La novia cordobesa de Guy Debord



Para el que no lo sepa, apuntaré antes de comenzar que Guy Debord es uno de los puntales del pensamiento y la crítica contemporánea. Hoy no hay intelectual que se precie ni investigador sociológico que no incluya alguna referencia a este personaje, si quiere pasar por moderno.
Guy Debord es mundialmente conocido por su libro "La Sociedad del Espectáculo" un duro análisis de la sociedad que hoy nos devora y devoramos con infinito gusto. Es también el impulsor de la Internacional Situacionista, una corriente de pensamiento considerada anarquista, pero sobre lo que habría mucho que discutir.

Guy Debord escribe un pequeño librito de título "Panegírico" a modo de autobiografía. En el escribe un párrafo que me ha desconcertado, pues resulta que reconoce que perdió la cabeza por una cordobesa (lo cual no es nada raro). Desconocía esta relación de mi admirado Guy con la ciudad que me alumbró. Ahora solo quedaría por saber quien fue esa señorita que encandiló a Debord hasta hacerle perder la cabeza. Sin duda una investigación interesante, ya que esto le sucede en edad muy madura y ella era más joven. Es posible, muy posible que aun esté entre nosotros los vivos. Y pudiera ser que en la misma Córdoba.

Incluyo el texto que, aunque es un poco largo es sin duda de interés:
(...)
Podría decirse que siempre amé a mujeres extranjeras. De Hungría y España, de China y Alemania, de Rusia e Italia vinieron todas las que llenaron mi juventud de regocijo. Y más tarde, cuando ya tenía el pelo gris, perdí la poca razón que a través del paso del tiempo, con gran dificultad, logré obtener, por una muchacha de Córdoba. Omar Khayyam, tras haber dedicado al tema algo de atención, tuvo que admitir: ``Realmente los ídolos que tanto tiempo amé/ le hicieron mucho mal a mi confianza en el mundo:/ ahogaron mi gloria en una copa somera/ y vendieron mi reputación por una canción.'' ¿Quién mejor que yo podría sentir la justicia de esta observación? Pero además, ¿quién más que yo despreció todos los valores de mi era y los honores que otorgó? El resultado ya estaba contenido en el comienzo de esta jornada.

Esto tuvo lugar entre el otoño de 1952 y la primavera de 1953, en París, al sur del Sena y al norte de la calle de Vaugirard, al este del carrefour de la Croix-Rouge, y al oeste de la calle Dauphine. Arquíloco escribió: ``Vamos, vayamos entonces con una copa; saquemos bebida de los barriles huecos, apurando el rojo vino hasta las heces; porque nosotros no más que otros hombres podemos permanecer sobrios en esta guardia.''

Entre la calle du Four y la calle de Buci, donde nuestra juventud se descarrió tan completamente cuando unos pocos vasos fueron bebidos, uno pudo sentirse seguro de que jamás haríamos nada mejor.

Es indudable, a partir de los hechos expuestos, que el hábito de beber, velozmente adquirido, ha marcado mi vida entera. Vinos, licores y cervezas: los momentos en los cuales pasaban a ser algo esencial y los momentos en que reaparecían han delineado el curso principal y las oscilaciones de los días, las semanas y los años. Dos o tres pasiones más, a las que luego me referiré, obtuvieron de manera casi permanente un sitio en esta vida. Pero la más constante y la más presente ha sido beber. Entre las pocas cosas que disfruté y supe hacer bien, lo que sin duda supe hacer mejor es beber. Aunque he leído mucho, es más lo que bebí. He escrito mucho menos que la mayoría de los que escriben; pero en comparación con los que beben, he bebido mucho más. Puedo incluirme e ntre aquellos de quienes Baltasar Gracián, pensando en una distinguida élite sólo compuesta por alemanes -pero siendo aquí muy injusto con los franceses, como creo haber demostrado-, pudo alguna vez decir: ``Existen aquellos que sólo han bebido una vez, pero hacerlo les ha llevado la vida entera.''

He vagado sin cesar por las grandes ciudades europeas, apreciando en ellas todo lo que valía la pena. El catálogo, en este sentido, no podía no ser abundante. Fueron las cervezas de Inglaterra, donde suaves y amargas se mezclan en pintas; los grandes floreros de Munich; y la irlandesa; y la más clásica, la Czech de Pilsen; y el admirable barroquismo de la Gueuze, cerca de Bruselas, cuando se disfrutaba de su distinguido sabor en cualquier cervecería artesanal y no se conservaba bien en los traslados. Fueron los licores frutales de Alsacia; el ron de Jamaica; los ponches, el acuavit de Aalborg, la grappa de Turín, cognac, cocteles; el incomparable mezcal de México. Fueron todos los vinos de Francia, especialmente el sabrosísimo Borgoña; los vinos de Italia, y má s que nada el Barolo de Langa, el chianti de Toscana; los vinos de España, el Rioja de Castilla la Vieja o el Jumilla de Murcia.
(...)

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Arden Las Quemadas



Ha empezado sobre las cinco de la tarde, y esta era la dantesca imagen desde mi terraza.
Parece ser que ha sucedido en una tabaquera. Manipulando un palé de encendedores que supongo estarían mal empaquetados. Supongo que al cael al suelo el fardo, las chispas y roturas de bombonas ha debido liar la traca.

MAÑANA SIN TABACO PA FUMÁ

Góngora vs. Quevedo

EL GRAN DUELO LITERARIO
Hablar de política es cansino y puede llegar a afectarnos la salud. Los taberneros lo sabemos y por eso hay tabernas que en sus paredes anuncian que hablar de política esta mal visto en ella.
Yo cuando me aburro, cojo la tiza y sobre el mostrador garabateo cositas que luego borro, pero que me sirven para distraer la mente de las espesas a veces, conversaciones tabernarias.
Con la húmeda huella de un culo de vaso (círculo) dibujé a Quevedo, y con la de un platillo de aceitunas (óvalo) dibujé a Don Luis.
Y así quedaron retratados estos dos cascarrabias tabernarios que protagonizaron el duelo más sonado de la literatura española. No los borré con la servilleta, para que la estimada parroquía pueda disfrutarlos.


¿Quién lee a Góngora?
El gallinero

Nunca me gustó su estampa. Con el tiempo aprendí que esa mirada torva fue ensayada en mesas de juego. Era Don Luis un díscolo cura beneficiado de la catedral cordobesa. Tenía Don Luis tal soltura con las palabras, que hay hoy, quien lo considera el gran poeta de habla hispana. Don Luis era oscuro, tanto que ni quienes podían entenderlo lo conseguían. El sinestésico Don Luis barajaba las palabras como los naipes para ganar la partida. Llegó incluso a mezclar barajas y construir un estilo lleno de latinajos, hipérboles y otras figuras, para crear la metáfora de la metáfora; El Culteranismo, como él llamó a su estilo en contraposición al Luteranismo que, a lomos de la recién inventada imprenta, se extendía con rapidez por toda Europa. Consiguió así Don Luis, enrocarse y seguir su lucha contra ese invento diabólico, que poco gustaba entonces a nuestra iglesia. Al amparo del Cultismo, (que suena parecido a culturalidad), siguió Don Luis repartiendo panegíricos y alabanzas por aquí y allá, confiado en que, con la dificultad léxica, la sapiencia iba a quedar a salvo del vulgo, pese a la peligrosa difusión de la imprenta. Y sí Don Luis, yo tendré que soportar su agrio rostro adornando mi ciudad, pero me queda la satisfacción de constatar que fracasaron en su oscuro empeño.


Estos son algunos de los más representativos ataques de Góngora contra Quevedo

A don Francisco de Quevedo


Anacreonte español, no hay quien os tope.
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día.
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego.



Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.

Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina

a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,

que en oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.


Me quedo con Quevedo
Algunas frases de Quevedo, claras como el cristal.
"El rico come, el pobre se alimenta."
"Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir."

"Donde hay poca justicia es un peligro tener razón."

"Cuando el avaro dice: tengo un tesoro, el preso dice: tenga una cárcel."

"La paciencia es virtud vencedora. La impaciencia es vicio del demonio."
"No es sabio el que sabe donde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca."

El que faltaba pá el duro
Aquí los ataques de Góngora a Lope

CONTRA LOPE DE VEGA

Dicen que ha hecho Lopico
contra mi versos adversos;
mas si yo vuelvo mi pico,
con el pico de mis versos
a este Lopico lo-pico.


A LOS APASIONADOS POR LOPE DE VEGA

Patos de la aguachirle castellana,
que de su rudo origen fácil riega,
y tal vez dulce inunda nuestra Vega,
con razón Vega por lo siempre llana:
pisad graznando la corriente cana
del antiguo idïoma y, turba lega,
las ondas acusad, cuantas os niega
ático estilo, erudición romana.
Los cisnes venerad cultos, no aquellos
que escuchan su canoro fin los ríos;
aquellos sí, que de su docta espuma
vistió Aganipe. ¿Huís? ¿No queréis vellos,
palustres aves? Vuestra vulgar pluma
no borre, no, más charcos. ¡Zabullíos!


Don Miguel de Cervantes también está en este gazpacho. El toma partido por Góngora y se enfrenta por celos con Lope de Vega. Para Don Miguel, la forma era fácil de elegir, pues si hay una cabeza almendrada esa es la de Cervantes. Así que una almendra irá bien.

Los enfrentamientos de Lope de Vega con Cervantes y Góngora

Cervantes y Lope de Vega se admiraron durante un tiempo, como lo demuestran las alabanzas que se dedican en La Galatea y en La Arcadia. Lope fue un hombre de gran talento (por eso le apodaban el Fénix de los Ingenios) que obtuvo un enorme éxito en su época. Sin embargo, se trataba también de un escritor vanidoso. Todas estas características le ocasionaron diversas críticas. La estética de su obra promovió la censura de algunos de los escritores clasicistas y gongorinos, y su éxito generó entre los poetas de su tiempo numerosas envidias. Su actitud altiva, la diferente concepción de la vida y las críticas que por parte de Lope recibió la obra de Cervantes ocasionaron que entre ellos se desencadenara un enfrentamiento personal que, como en el caso de Góngora y Quevedo, tiene un reflejo literario. Un ejemplo es el prólogo del Quijote, donde se aprecian diversas alusiones indirectas al carácter pretencioso de las obras del Fénix, plagadas de citas literarias y con preliminares llenos de composiciones de hombres ilustres. A medida que pasan los años, sus vidas se distancian profundamente; Cervantes experimenta la incomprensión de su tiempo, y Lope, la alabanza y entrega del gran público. A pesar de sus diferencias personales, el ingenio de Cervantes se refleja en el argumento de algunas comedias de Lope, así como el empuje de los cambios que supuso la comedia nueva acaba por ser en parte reconocido por el autor del Quijote. En esta enemistad, Cervantes muestra una postura más conciliadora y contenida. Lope, por su parte, mantuvo ante este una actitud de abierto enfrentamiento a lo largo de su vida. Su enorme poder en la escena española, donde Lope trataba de perjudicarlo, aumentó sin duda las dificultades de Cervantes para lograr una de sus grandes aspiraciones: triunfar en el teatro.